Un
atentado contra la vida del zar Alejandro II lo deja ileso pero revela una
conspiración muy profunda. El presunto asesino es apresado y poco después
colgado. Entre sus posesiones se encuentra una lista de nombres que dará pistas
a la policía para descubrir a los demás conspiradores. Porque Rusia está llena
de conspiradores: movimientos revolucionarios organizados han comprendido que,
para lograr un cambio, es necesario tomar acciones dramáticas; ya no valen
medias tintas ni posiciones seudoconciliadoras como la del doctor Frederick
Hadfield, un inglés que vive en San Petersburgo y que se verá más involucrado
de lo que quisiera con el grupo de conspiradores
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